Resulta imposible enclavar el origen de esta celebración en el municipio de Vallehermoso. Si bien, parece estar claro que la relación entre el mismo y el patronazgo de San Juan Bautista existe desde los inicios de la historia castellana del núcleo de población. Esto se podría ver refrendado por las referencias toponímicas al barranco de San Juan o la alusión a San Juan de Vallehermoso, presentes en las Datas tópicas de los primeros protocolos notariales o referencias en las visitas por orden episcopal.
Si tenemos en cuenta que la actual parroquia se erige en el lugar donde se ubicaba una antigua ermita bajo la misma advocación, y existen referencias escritas de que esta última – aunque no en la forma que se conserva en la actualidad- se constituye como parroquia en 1635, debemos advertir que el origen del culto se remite, al menos, a finales del s. XVI y principios del XVII. Desde entonces, si quiera una pandemia mundial como la iniciada en 2020 han frenado su celebración.
Existen referencias, con respecto a otras islas, que sitúan las primeras celebraciones de San Juan, con todo su conjunto de símbolos relacionados – hogueras, flores, procesiones,…- en torno a 1580, relacionando las mismas a rogativas “por la salud y la mejora del tiempo”. Sin embargo, otras fuentes anteriores relacionan esos elementos aparejados a nuestra fiesta con prácticas festivas anteriores a la cristianización de las islas.
Esto es, vinculadas a festividades aborígenes que tenían al inicio de la temporada de la recolección o el solsticio del verano como justificación y que, tal y como se puede comprobar en su diseminación y su pervivencia en tantos pueblos de las islas, lograron sobreponerse a los intentos de anulación que la iglesia católica emprendió sobre toda aquella práctica sospechosa de paganismo.